¡G7 EN PÁNICO! La posibilidad de que México se una al BRICS ha encendido alarmas en el mundo diplomático. En una declaración explosiva durante una rueda de prensa en Ottawa, el primer ministro canadiense, Mark Carney, subrayó la urgencia de que “México debe estar en la mesa donde se toman las decisiones”. Este comentario no fue una mera cortesía, sino un grito de auxilio ante una amenaza que podría cambiar el equilibrio geopolítico.
Durante décadas, el G7, compuesto por potencias como Estados Unidos, Canadá y Alemania, ha dictado las reglas del juego global, ignorando las voces del sur. Sin embargo, la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de México ha transformado al país en un actor emergente con una agenda propia y un liderazgo renovado. Con 130 millones de habitantes y una posición estratégica, México se presenta como una pieza clave en el nuevo orden multipolar.
Mientras el G7 intenta desesperadamente mantener a México en su esfera de influencia, el BRICS, que ya incluye a potencias como Brasil, Rusia, India y China, se mueve con sigilo para atraer al país. La tensión aumenta a medida que las negociaciones sobre el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) se vuelven un campo minado, con aranceles y decisiones unilaterales que amenazan las exportaciones mexicanas.
La pregunta que todos se hacen es: ¿se unirá México al BRICS, desafiando décadas de alineación norteamericana? La respuesta a esta interrogante podría redefinir el futuro geopolítico de la región. Con el G7 en crisis y el BRICS emergiendo como una alternativa poderosa, el tiempo corre. México está en el centro de una transformación histórica, y su decisión será crucial no solo para su futuro, sino para el equilibrio global. La batalla por la influencia está en marcha, y el mundo observa con atención.