La tensión en Oriente Medio alcanza un nuevo nivel tras el devastador ataque con misiles balísticos lanzado por Irán contra el Hospital Soroca en Beerseba, el más grande del sur de Israel. Este ataque, que ha dejado a la población civil en estado de shock, ha desatado una ola de venganza prometida por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien ha calificado a los líderes iraníes de “tiranos” y ha prometido una represalia sin precedentes.

El ministro de Defensa israelí ha ido más allá, sugiriendo que el líder supremo iraní, Ali Jamenei, debe ser eliminado, comparándolo con un “Hitler moderno”. En respuesta, Israel ha intensificado sus operaciones, atacando no solo instalaciones militares, sino también estructuras de control social del régimen iraní, buscando debilitar la base de poder de los ayatolas y provocar un levantamiento popular.

En un giro sorprendente, hackers pro-israelíes han tomado el control de la televisión estatal iraní, transmitiendo imágenes de protestas y mensajes instando a la población a rebelarse. Esta estrategia parece estar diseñada para desestabilizar el régimen desde dentro, aprovechando la creciente insatisfacción social debido a la crisis económica y la represión.

Sin embargo, la situación es extremadamente volátil. La respuesta de Irán podría ser devastadora, y muchos analistas advierten que un ataque directo a sus infraestructuras energéticas podría unir al país en torno a sus líderes, en lugar de debilitar su control. A medida que los bombardeos israelíes continúan, la comunidad internacional observa con preocupación, preguntándose si estamos ante el principio del fin del régimen de los ayatolas o si, por el contrario, se avecina un conflicto aún más peligroso en la región. La cuenta atrás ha comenzado, pero el desenlace sigue siendo incierto.