Un atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay ha reavivado temores sobre la violencia política en Colombia, evocando recuerdos de los magnicidios que marcaron la historia del país en las décadas de 1980 y 1990. Este ataque, ocurrido en un contexto de intensa polarización política, ha dejado a Uribe Turbay en estado crítico, con un diagnóstico reservado, mientras se investiga la posibilidad de que este acto de violencia esté relacionado con su figura o su partido, el Centro Democrático, fundado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Carlos Eduardo Huertas, director de Conectas, destacó que el asalto no solo es un ataque a la vida de Uribe, sino también un golpe a la democracia colombiana, que ya enfrenta tensiones por las medidas controversiales del presidente Gustavo Petro. La retórica agresiva del mandatario ha exacerbado la polarización en el país, lo que ha llevado a algunos a cuestionar si su discurso incendiario ha contribuido a un ambiente propicio para actos de violencia política.
El ataque se produjo en un clima de creciente hostilidad, donde el presidente Petro ha utilizado un lenguaje que ha sido calificado de incendiario. Diversos sectores de la sociedad, incluyendo voces internacionales, han llamado a una moderación en la retórica, advirtiendo que la violencia puede resurgir si no se toman medidas para desescalar la tensión política existente.
Mientras las investigaciones avanzan, se ha confirmado que el autor material del atentado es un menor de edad, lo que añade un matiz perturbador a la situación. La comunidad política se mantiene al tanto de los desarrollos, especialmente con las elecciones presidenciales programadas para mayo de 2024, donde Uribe Turbay era considerado uno de los precandidatos destacados.
Este trágico evento ha puesto de manifiesto la fragilidad de la paz en Colombia y la necesidad urgente de un diálogo constructivo que pueda mitigar la polarización y restaurar la confianza en las instituciones democráticas del país.